Athletic Club y Levante se han enfrentado en dos ocasiones en los últimos días. En ambos casos el partido se ha disputado en San Mamés, donde el 31 de marzo se reunieron casi 25.000 personas, y el 3 de abril, 36.000. La diferencia existe, pero puede sorprender por escasa si se tiene en cuenta que uno de los choques lo disputaron mujeres, y el otro, hombres.

En lo que llevamos de 2019 se ha batido dos veces en España el récord europeo de asistencia a un partido de fútbol femenino de clubes. Primero lo lograron en Bilbao: 48.121 aficionados congregó en San Mamés el Athletic-Atlético de Copa de la Reina en enero. Mes y medio más tarde, el Wanda Metropolitano acogió a 60.739 espectadores que vieron en directo el choque que enfrentaba al líder y al segundo clasificado de la Liga Iberdrola, Atlético y Barcelona.

Sin embargo, se trataba de partidos que recibieron una intensa atención mediática y en los que se realizaron campañas publicitarias para intentar llenar los estadios. Quedó clara la capacidad de atracción del fútbol femenino, pero el paso más grande aún estaba -y está- por dar: la consolidación. Es por ello que los 24.986 que asistieron a un Athletic-Levante con poco en juego pueden suponer más a largo plazo que las otras cifras, aunque sean mayores.

Aunque los precios continuaron siendo asequibles -entre 5 y 10 euros- para el choque contra el cuadro valenciano, no se regalaron invitaciones para entrar en La Catedral, como sí se hizo en el Athletic-Atlético de Copa. Además, los socios del club bilbaíno no pudieron acudir con su carnet al partido ante el Levante. Pese a que podían adquirir una entrada sin coste alguno, este hecho siempre surte cierto efecto disuasorio entre los abonados. Las condiciones, por tanto, eran menos favorables para que se registrara una gran entrada en el feudo rojiblanco.

Por poner los números en contexto: solo siete (Barcelona, Real Madrid, Atlético, Betis, Athletic, Valencia y Sevilla) de los veinte equipos de la primera división masculina superan, de media, la asistencia registrada en el Athletic-Levante. En cuanto a los datos de los récords, el Atlético-Barcelona supera en 3.000 espectadores la entrada media del Wanda Metropolitano. Quizá se entienda más claro de esta manera: acuden a San Mamés, de promedio, 8.000 aficionados menos de los que estuvieron en el Athletic-Atlético femenino. Cabe insistir en ello, porque al choque entre las secciones masculinas -qué raro suena, ¿no?- de estos mismos clubes acudieron 39.659 personas, es decir, 8.500 menos.

Además, el ambiente es, en ocasiones, radicalmente opuesto. El femenino es hoy más parecido al fútbol familiar que algunos añoran. La violencia, de momento, queda lejos de estas competiciones, más adecuadas para todos los públicos. No es que se anime menos, es que hay menos tensión innecesaria, menos odio. Y eso es, evidentemente, un factor positivo.

No sirve ya como excusa la falta de interés para despreciar al fútbol femenino. Si bien pueden no interesar al señor de copa y puro o al que usa el deporte como vía de desfogarse de manera violenta, hay un nicho de mercado claro: las familias, los niños. Y, yendo más allá, aquellos aficionados a los que de verdad guste el fútbol. Si te apasiona, te da igual quién lo juegue.

Este verano se disputa en Francia un Mundial que apunta a batir récords en lo que a competiciones deportivas femeninas se refiere. La cobertura y el interés serán mayores que nunca tras muchos años de lucha de las mujeres, al principio simplemente para que les dejaran jugar, y más adelante para que les hicieran caso. Todo lo bueno que les venga se lo han ganado. Lo que queda claro es que estamos cada vez más cerca de darnos cuenta de que fútbol es fútbol.