Y al final, aunque más pronto de lo que algunos preveían, ha pasado. Y es que lo visto la semana pasada en Baréin -donde se paseó durante todo el fin de semana y solo una avería le birló la victoria- fue una muestra del enorme talento que atesora el monegasco. Pero, antes de poder analizar en más profundidad por qué Charles Leclerc rompió el tinglado en el desierto de Sakhir, hay que repasar su trayectoria. Hace tiempo que algunos ya habíamos predicho que esto iba a pasar, tarde o temprano.

A Leclerc lo descubrí en 2016, cuando ascendió a la primera competición seria de su joven carrera, la GP3. Ese mismo año compitió con ART, que, por llamarlo de alguna manera, es el Mercedes de los últimos años en la categoría. Y, vamos a ser sinceros, el chico de Mónaco no se paseó, pues sus compañeros no eran precisamente mancos. Hablamos de que compartía equipo con Alexander Albon (actual piloto de Toro Rosso), Nyck De Vries (piloto de desarrollo de McLaren), y Nirei Fukuzumi (piloto de la Red Bull Junior Academy).

El tailandés de Toro Rosso le puso las cosas muy complicadas, hasta el punto de tener más victorias que el propio Leclerc: cuatro frente a tres. Pero ahí es donde entra la regularidad. El monegasco sumó cinco podios a parte de las victorias, en detrimento de Albon, que sumó “solo” tres. Y, aunque no de la manera más apoteósica, empezó a mostrarse como alguien a tener en cuenta, pero nada más lejos de la realidad. El turrón, que decimos en España, llegó en 2017, en la F2. Leclerc fichó por PREMA, equipo vigente campeón, hermanado con los pilotos de la Ferrari Driver Academy, de la cual Charles ya formaba parte desde 2016.

La Fórmula 2 es una competición altamente encarnizada. Se mezcla la veteranía con el talento, sumado a algunos asientos de pago, ya casi como una norma en el motorsport actual. Pero esto no fue obstáculo para Leclerc, que lo demostró en la primera carrera en Baréin. Normalmente, en la carrera corta de la Fórmula 2 no se debe parar en boxes porque no es necesario. Pues bien, él paró para montar un neumático nuevo, y en menos de 10 vueltas, pasó del puesto doce a ganar la carrera en un festival de adelantamientos, calidad, serenidad, y cabeza. Una carrera verdaderamente memorable.

Con semejante carta de presentación no podía defraudar, y no lo hizo: 7 victorias, sumadas a 3 podios, en un total de 22 carreras, fueron más que suficientes para llevarse el campeonato, sacando 72 puntos de ventaja a Oliver Rowland y Artem Markelov, sus principales rivales (ambos pilotos de desarrollo de Fórmula 1). Lo mejor de todo ello es que las únicas veces donde no puntuó fue porque se tuvo que retirar. Cumplió, por tanto, con una norma básica de las carreras: “si no puedes ganar, minimiza daños”.

Cabe recalcar que Leclerc gana GP3 y F2, como rookie de ambas categorías, y ello le vale para subir a la categoría reina en 2018, de la mano de Ferrari, y en este caso de Alfa Romeo Sauber, que le da un asiento junto a un Marcus Ericsson más veterano. Tres carreras le bastaron al joven Charles para cogerle el pulso al ‘Gran Circo’. Y es que en su cuarta carrera puso al Sauber en sexta posición, algo digno, muy digno de admirar. Esa actuación vino seguida de otras muchas donde no era posible bajar a Leclerc de la Q3 en clasificación, y de los puntos en carrera.

Charles Leclerc | Fuente: F1.com

Pero lo mejor que tiene este chico, es que con tan solo veinte añitos tiene la cabeza de un señor que corre desde hace treinta. Es una persona a la que te cruzas por el Paddock y muestra tranquilidad, relajación, y que es muy educada. Mantiene los pies en el suelo, pero es ponerse el casco y transformarse radicalmente en un monstruo que rebosa calidad. Y, sinceramente, eso es lo que hace pensar que Leclerc es de esos pilotos con estrella, que salen cada 25 o 30 años, y que si no pasa nada grave, está destinado a marcar una época en la Fórmula 1, quizá peleando con Verstappen, con Ocon, o con Norris. Pero independientemente de ellos, las aptitudes del monegasco le hacen favorito para pasar a la historia. Es lo más completo que se ha visto en muchos años, y tan solo tiene 20.