Se vislumbraba desde el primer minuto de juego. Barcelona y Liverpool nos iban a dar una noche mágica de Champions League, un partido para el recuerdo. El ritmo, las presiones, los deliciosos toques técnicos, el físico desplegado sobre el campo, todo ello conjuntado en dos bloques colectivos que se fundían juntos al unísono hacían presenciar el enorme nivel de ambos equipos. Se preveía la igualdad de la contienda, como dos ejércitos enseñando su músculo poniendo la infantería en vanguardia. La diferencia fue que uno de ellos desequilibraba la pelea ocultando detrás a los magos.


El Barcelona jugó con su 4-3-3 habitual, dando entrada a Vidal por Arthur. Aun así, Coutinho ejerció más como cuarto centrocampista, sobre todo en fase defensiva. El Liverpool repitió esquema con la variación de Wijnaldum como ¨falso 9¨ y de J.Gomez ocupando el lateral derecho.
Desde el minuto uno el Liverpool mostró que no iba a quedarse atrás y contragolpear. Arthur, que da sentido a la posesión desde la base de la jugada y junta al equipo, no estaba en el campo, por lo que la posesión culé estaba en entredicho. Klopp mandó un 4-3-3 con el bloque alto de presión continuo por lo que Salah y Mané no perseguían a los laterales y ese fue un peaje a pagar para seguir manteniendo a los extremos atacando la espalda de Alba y S.Roberto. Como si de un combate de boxeo se tratara donde ambos boxeadores bajan los brazos -me das pero vas a recibir también-. El Barcelona no salió limpio desde atrás con sus interiores, a los que les cuesta girar al equipo rival –Valverde quiso igualar el encuentro físico con Vidal y Rakitic-. Busquets con alguna maravilla técnica daba respiro a los locales para que descansaran sobre el balón, pero la clave de todo fue Jordi Alba y es que el lateral español encontró el pasillo por el que se resquebrajaba el Liverpool. Alba, a pesar de no ser técnicamente un lateral a la altura de Marcelo o las mejores versiones de Filipe, está ganando poso con el balón, ya no es solamente un lateral que va al espacio.
Cuando se acercaba la media hora de juego, Alba metió un pase al espacio -un pase que nunca ha dominado, el interior- y encontró a Suárez que desvió lo justo la trayectoria para que la pelota acabase dentro de la portería. La lesión de Keïta complicó la posesión de los de Klopp. El interior conseguía filtrar continuamente balones hacia Milner o Wijnaldum, que tiraban de aceleración para conseguir potenciar el juego entre líneas y abrir a las zonas de Salah y Mané. Los extremos atacaban el espacio entre el lateral y central, sacaban de posición a Piqué y Lenglet y les superaron varias veces, viendo el francés la única amarilla del primer tiempo. A pesar de que los movimientos de Wijnaldum fueron buenos, sus toques no, él no es Firmino y se notó en la calidad de posesión cuando llegaban arriba.


Valverde solo hizo un cambio en los primeros 90 minutos de juego, Semedo ocupó el lateral derecho y Sergi Roberto se colocó por delante. El portugués consiguió tapar mejor su carril y es que el reconvertido lateral español no es rápido corriendo de forma lateral. Klopp fue con todo y dio entrada a Origi en banda izquierda, pero no intimidó. Mané se cambió de costado y su peso fue menor, el Liverpool buscaba un tanto fuera de su estadio que tanto se valora en una eliminatoria de ida y vuelta y alineó un 4-2-4.
En los compases del segundo tiempo, el balón era totalmente visitante -la posesión acabó 47-53 para el Liverpool, algo sorprendente en el Camp Nou-. El estadio entró en nerviosismo, no acostumbrado a presenciar algo así. En ese momento apareció el primer mago del Barcelona, Gerard Piqué. El central culé lo pasó mal cuando tuvo que medirse en carrera a Mané, pero cuando el Liverpool llegaba como un huracán al área rival, Piqué sacaba todos los centros con su enorme posicionamiento y lectura.
El Barcelona no podía salir a contragolpear apenas, Messi y Suárez son jugadores de carreras y esfuerzos cortos y Dembele no estaba en el campo ya que Valverde no negociaba sus dos férreas líneas de 4. Ante esta situación, el empate parecía que iba a llegar, pero entonces apareció el segundo mago. Ter Stegen cuajó una gran actuación bajo palos, demostrando ser el único portero que puede compararse a Oblak. Sus estiradas y su enorme técnica evitaron el tanto de los británicos.
En el minuto 75, Busquets consiguió encontrar entre líneas a Messi, que arrancó y consiguió llevarse la atención de toda la zaga del Liverpool, Suárez estrelló la pelota en el larguero y Messi a placer tras el rebote anotó el segundo. Posteriormente apareció el tercer mago, el definitivo. Messi consiguió poner el balón en la escuadra con una falta, a priori lejos de ser peligrosa por la distancia. Klopp sonreía y Valverde recorría su zona técnica de un lado hacia otro sabiendo que su mano de cartas estaba trucada, llevaba un comodín.