Solo dos penaltis pudieron con España. Las dos transformaciones desde los once metros de Megan Rapinoe fueron los únicos goles que logró anotar la todopoderosa Estados Unidos frente a una selección que disputaba sus primeros octavos de final de un Mundial. Tras una fase de grupos que nos dejó la sensación de que nadie podría toser a las norteamericanas, España logró plantarles cara y obligó a las vigentes campeonas a sufrir hasta el pitido final. 1-2. Un resultado que antes del partido muchos hubieran dado por bueno, pese a suponer la eliminación. Visto el partido, nada de eso.
España ha quedado eliminada y no estará entre las ocho mejores del mundo, cierto. Eso sí, no lo estará este año, porque las perspectivas de futuro son fantásticas. A los magníficos resultados obtenidos en categorías inferiores hay que añadir que, por primera vez, la selección absoluta ha demostrado que es capaz de competir contra cualquier rival. Contra las más grandes.
Hasta la fecha, el balance de Estados Unidos en la presente Copa del Mundo era intachable: comenzaron con un humillante triunfo frente a Tailandia por 13-0, siguieron con un 3-0 a Chile y cerraron la fase de grupos con un cómodo 2-0 ante una Suecia que sí podía suponer más peligro. España, en su segunda participación en un Mundial, ha sido la encargada de recordar a las de Jill Ellis que su camino hacia la final no iba a ser un paseo. Y aunque Estados Unidos haya pasado y siga siendo la favorita, el primer toque de atención se lo han llevado.
España ha perdido el partido pero ha ganado más. Ha caído de penalti y con polémica, pero demostrando al mundo el crecimiento del fútbol femenino nacional. Unas décadas tarde, pero el esfuerzo está acercando a las nuestras a la élite. Y el encuentro de hoy tiene que ser un antes y un después, un paso definitivo para comenzar a ser grandes.
Más allá del resultado, el impacto en los medios de comunicación y en la sociedad es el mayor logro posible. El público ha visto a España mirar a los ojos sin miedo a las mejores del mundo. Y tan importante es haber competido como que se haya mostrado. La visibilidad es esencial para seguir creciendo, y las sensaciones de cualquiera que haya observado el choque serán fantásticas.
No se debe olvidar tampoco que el fútbol femenino español está aún en proceso de profesionalización, en las antípodas de la situación de las estadounidenses. A la hora de practicar un deporte, la dedicación a tiempo completo supone una clara ventaja frente a quienes tienen que compatibilizarlo con otras actividades. Y no se trata solo de las 23 internacionales: a mejores rivales en Liga, mejores jugadoras saldrán.
Pese a esa inferioridad, durante gran parte del segundo tiempo España ha sido superior al coco. Ha sabido resistir los ataques norteamericanos e incluso ha tenido ocasiones. Ha sabido replegarse, presionar y también combinar. Al final, dos penaltis han clasificado a Estados Unidos. El logro, sin embargo, ya estaba conseguido. El público ha visto a Lucía García pelear cada balón, a Jenni Hermoso retenerlo -y marcar un gol a un equipo que llevaba siete encuentros sin encajar-, a Irene Paredes cortar las acometidas rivales y a Virginia Torrecilla recuperar y distribuir. Todo ante las primeras del ránking FIFA, las vigentes campeonas y las favoritas a llevarse el Mundial el próximo 7 de julio.
Pese a que la inversión que realice el Real Madrid (ahora que ve que podría serle rentable tener una sección femenina) es buena, no supone un cambio tan grande como el que pueda traer el partido de hoy. En la mentalidad de las jugadoras, pero también en la de la sociedad. Es competir contra las mejores lo que coloca de verdad al fútbol femenino español en otra dimensión.