No fue tan épico como en 2005. Hubiera sido, de hecho, prácticamente imposible. El Liverpool no necesitó esta vez remontar un 3-0, pero volvió a llevarse una final europea en Estambul desde los once metros. Como si el guion estuviera escrito.

El Chelsea, que venía de caer goleado en Old Trafford, se adelantó en el marcador. Olivier Giroud aprovechó un magnífico pase de Pulisic y logró el único tanto de la primera parte. Y es que Pulisic, que fue suplente en el choque liguero ante el Manchester United, y Kanté lavaron la cara de los de Frank Lampard. El francés, duda hasta horas antes de la final, estuvo a su nivel habitual. O lo que es lo mismo, parecía que los londinenses jugaban con doce. Tras la marcha de Hazard, N’Golo Kanté es el jugador más importante del Chelsea. Si no lo era ya, claro.

Jürgen Klopp dejó a Roberto Firmino en el banquillo de inicio. Y es que los tres miembros del tridente de ataque red disputaron competiciones internacionales este verano, lo que les ha reducido las vacaciones y la pretemporada. Si ante el Norwich descansó Mané, Firmino fue el elegido para hacerlo en toda una Supercopa de Europa. Tras 45 minutos en los que al Liverpool le costó generar ocasiones, el brasileño sustituyó a Oxlade-Chamberlain y todo cambió. Aunque parezca una afirmación arriesgada, Firmino puede ser perfectamente el hombre más importante de los de Anfield. Más que Salah, Mané o Van Dijk. Sin él, no se crea peligro, no circula el balón. Es el cerebro entre tanto músculo, la calidad entre tanto físico. Por él pasan absolutamente todos los ataques del Liverpool. Y sí, es el delantero centro. El fútbol cambia.

Tres minutos de segunda parte y marcó Mané. Firmino llegó antes que Kepa Arrizabalaga a un balón colgado y el senegalés aprovechó el regalo de su compañero para anotar a puerta vacía. El Chelsea salió vivo de la posterior tormenta tropical de los de Klopp. No fue huracán porque no se alcanzó el ritmo que el Liverpool mostró en determinados partidos la pasada temporada, pero fue suficiente para atosigar a los blues durante un cuarto de hora y para hacer necesaria una doble intervención milagrosa de Kepa.

Lampard no movía el banquillo, quizá dudoso del rendimiento que podían ofrecer en un choque de la talla de una Supercopa de Europa los dos jóvenes que entraron en el 74′. Ambos son dos apuestas claras del técnico británico, pero no salieron demasiado bien parados Mason Mount y Tammy Abraham de la derrota por 4-0 ante el Manchester United. Otro gallo cantó en Estambul, donde ambos lograron hacer olvidar al público el notable partido de Giroud y Pulisic, a quien anularon un golazo por fuera de juego.

A Mason Mount también le anularon un gran gol con la zurda por la misma razón que al estadounidense, pero tanto el suyo como el de Abraham fueron los nombres propios de lo que restaba de encuentro. Dos jugadores, el mediapunta con clase y el delantero físico, que están llamados a ser piezas muy importantes en este Chelsea que no ha podido fichar. Tras noventa minutos, el empate parecía justo.

La pólvora del Liverpool, no obstante, no entiende de agosto. De nuevo Firmino para Mané, tras una transición vertiginosa. Kanté no llegó -no porque tuviera que estar ahí, sino porque suele estarlo- y cayó el 2-1. Sin prácticamente tiempo para la digestión de la ventaja, la colegiada Stéphanie Frappart indicó penalti de Adrián San Miguel sobre Abraham. Un día después, sigue sin quedar claro si lo fue o no. Jorginho -o Jorghino, como indicaba la serigrafía de su camiseta- no falló. Los minutos restantes transcurrieron con Mount dejando detalles de su calidad y Abraham ganando duelos a Matip y Van Dijk, pero como toda buena prórroga de mes de agosto, la gasolina de todos se acabó; y con los tanques vacíos ambos equipos debieron pensar que los penaltis eran la menos mala de las opciones.

A estas alturas, alguno habrá olvidado dónde se jugaba el choque. Como en la Champions de 2005, el Liverpool ganó en los penaltis. Y como en la Supercopa de Europa de 2013, el delantero físico joven del Chelsea falló el penalti decisivo. A Tammy Abraham se le puso cara de Romelu Lukaku ya desde antes de lanzar la última pena máxima, la misma que convirtió a Adrián San Miguel en héroe red. El portero español detuvo el chut raso y centrado del delantero inglés. Ese fue el único fallo de una tanda casi inmaculada en la que Kepa estuvo muy cerca de detener dos penaltis, pero los cinco entraron en su portería.

Adrián fue Dudek, Abraham fue Lukaku, Estambul fue Estambul. Y es que a veces cuesta creer que el presente no lo hemos visto antes.