Qué máquina de destrucción, qué trituradora es el fútbol. Mauricio Pochettino fue destituido anoche, seis meses después de haber alcanzado el cielo en Ámsterdam. El Tottenham ha alcanzado cotas inauditas de la mano del técnico argentino, pasando de ser los terceros en discordia de Londres a alcanzar la final de la Champions, todo ello en un proyecto que priorizó la construcción de un estadio, limitando mucho el gasto en fichajes. A la hora de la verdad, cuando las cosas no han marchado bien, todo eso ha dado igual. Despedido.

Recuerdo perfectamente la imagen de Pochettino sobre el césped del Ámsterdam Arena: de rodillas, con la frente apoyada en la hierba y las manos sobre su cabeza. Aquella gran noche de Lucas Moura, que logró el hat-trick en el 95′. Qué bien Pochettino, qué obra maestra la suya, decían. Sin embargo, en el fútbol, y en la vida, nunca se gana para siempre. Los vencedores de hoy son los perdedores del mañana, sin perjuicio de que los perdedores de hoy puedan seguir siéndolo mañana; pues ganar es la excepción, y la derrota, lo normal.

Bielsa dijo que «el éxito es una cosa que se consume instantáneamente, porque una vez que se logra, se desvanece y se pierde». Y es que lo que importa es el camino, sin el que ese momento exitoso, efímero por necesidad, nunca hubiera existido. No obstante, la realidad es que el ahora manda, más aún en cabezas como la de Daniel Levy, y la falta de títulos lo justifica todo. «Es que no gana ni la Copa», como si llevarse la Copa Konami que es la EFL Cup valiese más que alcanzar una final de Liga de Campeones.

Algunos le dicen a Pochettino que tenía que haberse marchado en verano, que su proyecto había tocado techo y que, irremediablemente, la injusta expectativa le iba a pasar por encima. Lo segundo ocurrió, pero podrían habérselo dicho también a Klopp en Kiev: «Usted ha cumplido su labor: ha devuelto al Liverpool a una final de Champions. La temporada de jugadores como Salah es irrepetible -lo fue, por cierto- y le pedirán que vuelva a una final de Champions y la gane. Cómo va a ganar usted, con este equipo, a Real Madrid y Barcelona«. Al año siguiente, los reds alzaron la Orejona ante el Tottenham. Y es que los techos no están definidos.

Estos que recriminan a Pochettino no haber abandonado su barco cuando marchaba viento en popa a toda vela deben ser aquellos que dejan a su pareja cuando están genial, por miedo a que las cosas vayan a peor. Aquellos que preparan una tarta y les queda estupenda, pero no la vuelven a hacer no vaya a ser que la expectativa de los comensales sea superior a la calidad de la tarta. Y es que después de lo mejor parece que solo puede llegar lo malo. La tarta puede estar peor que aquella vez que parecía sacada de una repostería, y aun así estar deliciosa. Lo que pasa es que somos imbéciles incapaces de valorar las cosas sin compararlas.

Pochettino podría haber dejado cuarto o quinto al Tottenham y haber alcanzado los octavos de Champions, y le hubieran caído palos porque llegó el año pasado a la final. Si en la 18/19 hubiera caído ante Borussia Dortmund o Manchester City, nadie hablaría de fracaso. ¿Hubiera sido destituido si la pasada temporada no hubiese dejado el listón tan alto? Al final, todos acabaremos intentando no cumplir nunca las expectativas, no vaya a ser que por ello nos pidan más. Un proyecto magnífico de cinco años se va al carajo probablemente por haber ganado demasiado.