No esperaba yo ver a Roberto Bautista de vuelta en esta Copa Davis. El tenista castellonense perdió el martes ante Rublev y venció el miércoles a Mektic. El jueves se marchó de la concentración del equipo español: su padre se moría. A las pocas horas, llegó la confirmación. El viernes vio la victoria de España ante Argentina desde el sofá, y el sábado se plantó en Madrid de nuevo. Cuando llamaron para ver cómo estaba y si podía volver ante las molestias físicas de Granollers y Carreño, por si acaso, él ya estaba llegando. Entrenó mientras Nadal y Feliciano clasificaban a España para la final, y el domingo Bruguera le propuso jugar. Bautista se enfrentó a Auger-Aliassime y venció. El primer punto de la final de la Davis era español.

«Mi padre me hubiera dado un tirón de orejas si me hubiese quedado en casa», afirmó tras el partido Bautista. Y es que una oportunidad como la de jugar una final de Copa Davis no se presenta todos los días. Sin embargo, no alcanzo a imaginar qué capacidad de abstracción se ha de tener para poder concentrarse después de tal desgracia. Nadal, que ganó todos sus duelos en la competición, reconoció casi entre lágrimas que la empresa más difícil no había sido la suya: «Yo he ganado ocho partidos -afirmó-, pero lo que ha hecho Roberto es un ejemplo para el resto de mi vida». Lo es para todos, sin duda. Un ejemplo de engrandecerse ante la adversidad, de saber sobreponerse a situaciones horribles. Pero suponemos que a Roberto le hizo ilusión que lo verbalizara el mejor deportista español de todos los tiempos, el ganador de tropecientos torneos ATP y número uno del mundo; el que seguro es un referente para él.

Por si jugar un partido así fuera poco, Bautista se casa este próximo sábado. Dos de los momentos más importantes de su vida hasta el momento llegan días después de perder a su padre. Qué valor, qué valentía. Cuesta ponerse en esa situación y valorar qué seríamos capaces de hacer. Realmente, no lo sabemos. Las reacciones ante las desgracias pueden intuirse por la forma de ser de cada uno, pero son necesariamente imprevisibles. En cualquier caso, la reacción de Bautista fue admirable: se levantó y tiró hacia delante, por su equipo, por sus compañeros, por su padre y por él mismo: era la oportunidad de su vida y no la dejó pasar.