De Alemania 2006 recuerdo que, en un partido que jugaba Irán, el balón tocó en el banderín de córner y no salió del campo. Aquella posibilidad no existía en mi cabeza. De la semifinal entre Italia y Alemania, me viene a la mente la alegría de los italianos que ocupaban una habitación contigua a la mía en un hotel de las Islas Canarias. La final me pilló volando de vuelta a casa, por lo que la primera que vi la ganó España, en 2010. El fútbol aún no importaba tanto, y me perdí la primera parte del Sudáfrica-México inaugural. Llegué justo a tiempo para el gol de Tshabalala.

El Mundial de 2014 ha sido, hasta la fecha, la competición que más he seguido. Recién acabada la ESO, con todo el tiempo del mundo y unos horarios fantásticos para el verano, las condiciones eran totalmente favorables. Vi prácticamente todos los partidos, exceptuando aquellos que, en la última jornada de la fase de grupos, se solapaban. A las seis de la tarde, en un bar con algún amigo. El de las nueve -habitualmente era el que se ofrecía en abierto-, desde el sofá. Y el de medianoche, frente al ordenador. Me perdí muy pocos, pero en uno de ellos ocurrió una de las grandes historias de las Copas del Mundo: el cambio de porteros de Louis van Gaal en el 120′. Tim Krul sustituyó a Jasper Cillessen para ocupar la portería neerlandesa en la tanda de penaltis. Los números avalaban el cambio, y el tiempo dio la razón a Van Gaal. Los Países Bajos eliminaron a Costa Rica gracias a Krul, que paró los disparos de Bryan Ruiz y Umaña.

Escuché aquel encuentro en la radio: no lo daban en abierto, y en aquel momento no tenía conexión a Internet como para poder verlo. Al saltar a calentar el portero del Newcastle, los periodistas fliparon. Krul se preparó y entró al campo, mientras se debatía si era una decisión sensata o una falta de respeto hacia el entonces joven guardameta del Ajax. Nunca quedó más claro que el fútbol es un deporte de equipo. Van Gaal consideró que Cillessen -aunque yo no coincidiera- era el mejor para el transcurso de los 90 o 120 minutos, y que Krul lo era para los penaltis. Al igual que se cambia a defensores, centrocampistas o atacantes, también se puede cambiar a los porteros.

Si hubiera salido mal, a Van Gaal le hubieran llovido los palos. Asumió el riesgo. Es lo que hacen los grandes. Si Krul no hubiera parado ningún penalti y Costa Rica hubiera pasado a semifinales, le hubieran tildado de loco excéntrico. Sin embargo, no hay duda de que la decisión estaba más que estudiada y que, para él, daba más opciones a su equipo. Quizá hubieran ganado con Cillessen bajo palos, y podrían haber perdido con Krul; pero de esta manera consideraba más probable jugar las semifinales del Mundial. En ellas, perdió en los penaltis ante Argentina. Esa tanda la disputó Cillessen. Van Gaal se quedó sin cambios y no pudo introducir al portero suplente para la tanda.

Yo siempre fui de Tim Krul, uno de los porteros más infravalorados de la década que toca a su fin. La de Salvador fue su gran noche. Se convirtió en héroe nacional jugando unos segundos. Y una tanda de penaltis, claro.