Que el Sheriff lograse clasificarse por primera vez en su historia para la fase de grupos de la Champions League ya suponía un hecho muy meritorio. Sin embargo, en esta primera participación de un club de bandera moldava en Liga de Campeones, los de Tiraspol han ido más allá y han obtenido resultados impensables. Es cierto que han caído eliminados -en su grupo han avanzado a octavos Real Madrid e Inter de Milán-, pero lejos de ser el peor equipo de la competición, han acabado la primera ronda con 7 puntos de 18 posibles y clasificados para la Europa League por delante de un clásico de la Champions como el Shakhtar Donetsk.

Cuatro de esos siete puntos llegaron ante los ucranianos, pero fue el duelo en Madrid el que puso Transnistria en el mapa. Porque, sí, si algo hemos aprendido con el Sheriff es la mera existencia de Transnistria, una entidad política que funciona prácticamente como estado independiente de Moldavia. Situada entre el cauce del río Dniester y la frontera con Ucrania, esta región autónoma cuenta incluso con su propia moneda. Su capital es Tiraspol, hogar del Sheriff.

Sheriff, de hecho, es un conglomerado empresarial fundado por exagentes de la KGB. Venden coches, también gasolina; están presentes en el mundo de las telecomunicaciones, tienen supermercados y constructoras, así como el equipo de fútbol que domina no solo Transnistria, sino toda Moldavia. 19 de las últimas 21 ligas lucen en sus vitrinas.

En la segunda jornada de la fase de grupos de la Champions, el Sheriff dio una de las mayores sorpresas de la temporada. Este equipo desconocido logró asaltar la casa del Real Madrid, 13 veces campeón de Europa y candidato a todo. Lo hizo, además con goles de un uzbeko y un luxemburgués. El Sheriff es un amalgama de jóvenes y de curtidos, de muchas y diferentes nacionalidades, de auténticos trotamundos. Este fue el once de los de Tiraspol en Chamartín: un portero griego, laterales brasileños, un central colombiano y otro peruano, un doble pivote formado por un ghanés y un luxemburgués, extremos de Mali y Colombia, un mediapunta de Grecia y un delantero de Uzbekistán.

Ese delantero, por cierto, es Djasur Yakhshiboev: futbolista que descubrimos en The Over Time durante la cobertura de la Liga de Bielorrusia en pleno confinamiento de primavera de 2020. Fue el jugador que más talento mostró en esos meses, despuntando en el modesto Energetik, y acabó la temporada en el campeón Shaktyor Soligorsk. Tras unos meses en el Legia de Varsovia sin apenas protagonismo, aterrizó en el Sheriff y marcó en el Bernabéu, algo impensable cuando lo conocimos apenas año y medio antes.

No es Yakhshiboev el único jugador que ha llegado a Tiraspol desde la liga bielorrusa: Momo Yansané, a quien descubrimos en el Isloch de Minsk, también ha jugado y marcado en Liga de Campeones con el Sheriff. El delantero guineano anotó en la primera jornada, en la victoria de los transnistrios por 2-0 ante el Shakhtar.

En el partido del Bernabéu, los blancos chutaron hasta 31 veces, pero solo consiguieron marcar de penalti. Lo lógico hubiese sido una victoria local, pero el fútbol tiene estas cosas. No hace falta, no es indispensable ser el mejor para ganar. Athanasiadis, el portero, tuvo una actuación fantástica, el Sheriff marcó la primera que tuvo –Yakhshiboev, de cabeza a centro de Cristiano-; y cuando todo parecía que iba a concluir con un muy meritorio empate, Sébastien Thill decidió protagonizar una noche de Champions con un golazo espectacular. A bote pronto, desde el balcón del área, para colocar el esférico en la mismísima escuadra del arco defendido por Courtois.

Un equipo de un estado dentro de otro estado, cuya historia resulta desconocida al gran público, se impuso al club más laureado de todos los tiempos. El campeón de una de las federaciones de menor caché de las 55 que componen la UEFA demostró, una vez más, que el fútbol y el deporte no entienden siempre de lógica. Estos cuentos de hadas nos hacen soñar, nos hacen creer en lo imposible. Que lo sigan haciendo.