Durante los años gloriosos del tenis español, donde los jugadores nacidos en este país copaban las primeras posiciones del ranking ATP, el tenis femenino no atravesaba su mejor momento. Tomemos como ejemplo el 2010: Rafa Nadal era el número 1 del mundo, David Ferrer y Fernando Verdasco estaban el top-10, y Nico Almagro era el número 15. Por detrás, Albert Montañés era el nº 25, Juan Carlos Ferrero, el 28; y Feliciano López y Guillermo García-López terminaron la temporada rozando el top-30, como número 32 y 33 respectivamente. Además, completando la presencia española en el top-50 se encontraban Marcel Granollers (nº 41) y Tommy Robredo (nº 50). Diez de los cincuenta mejores tenistas eran españoles.

En el ranking WTA, el del circuito profesional femenino, solo María José Martínez (nº 28) estaba entre las cincuenta mejores; con Carla Suárez como segunda mejor española en el número 57. La aparición de Garbiñe Muguruza, la primera protagonista de este artículo, supuso el inicio de un nuevo ciclo. La hispano-venezolana alcanzó en 2015 la final de Wimbledon, ganó Roland Garros en 2016 y se hizo con el título sobre la hierba de Londres en 2017. Ninguna española se había llevado esos trofeos desde Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez respectivamente.

Desde esa aparición fulgurante, la carrera de Muguruza ha sido poco constante, combinando actuaciones fascinantes con derrotas sorprendentes. Apenas ha sumado dos semifinales de Grand Slam en las últimas cinco temporadas, lejos de las enormes -y quizá desmedidas- expectativas que se pusieron sobre ella en sus primeros años de carrera.

La otra protagonista de este artículo es Paula Badosa. Campeona de Roland Garros junior en 2015, la hispano-estadounidense tuvo que afrontar desde muy joven demasiada presión. Superada por las expectativas, atravesó una depresión al ver que los ansiados resultados no llegaban. Sin embargo, algo más alejada de los focos y tras, según su entrenador en aquella época, «aprender que por perder un partido no pasa nada», fue dando pequeños pasos hacia delante en 2019 y 2020.

El inicio de 2021 fue muy duro para Badosa: contrajo el covid-19 en su vuelo hacia el Open de Australia, por lo que permaneció 21 días totalmente aislada en una habitación «sin los medios mínimos para entrenar», en uno de los países más severos a la hora de tratar de controlar el coronavirus. En varias entrevistas, aseguró haberse sentido «como una delincuente», por la constante presencia de policías en la puerta e incluso por tener que verse «con un juez penal». Los polémicos protocolos australianos la dejaron sin ningún tipo de posibilidad en el Abierto de Australia, donde cayó en primera ronda.

Sin embargo, la catalana se sobrepuso a este primer revés y su 2021 ha sido un ascenso constante a la par que meteórico. En la temporada de tierra batida, ganó su primer título WTA en Belgrado, alcanzó las semifinales en Madrid y los cuartos en Roland Garros. Después, perdió en los octavos de final en Wimbledon, y afrontó los Juegos Olímpicos en un gran momento. Pese a dejar muy buenas sensaciones en las primeras rondas y comenzar a postularse como opción de medalla, no pudo ni siquiera terminar su partido de cuartos de final, del que salió en silla de ruedas por un golpe de calor.

Su mayor éxito, que la catapultó hasta el top-10, llegó en octubre: Badosa logró el prestigioso título de Indian Wells -de categoría WTA 1000, pero considerado el «quinto Grand Slam»-, convirtiéndose en la primera española en ganarlo. Con estos puntos en el bolsillo, se clasificó para las finales de la WTA, torneo al que acceden las ocho mejores raquetas de la temporada.

Por primera vez desde el 2000, dos españolas jugarían ese campeonato. Además, ambas lograrían superar la fase de grupos y avanzar a semifinales, un hito nunca antes visto, pues Conchita Martínez nunca se metió entre las cuatro mejores. Badosa y Muguruza, primera y segunda de sus grupos respectivamente, se enfrentarían en un partido histórico para el tenis español en Guadalajara, México. España tenía asegurada la presencia en la final del torneo por primera vez en 28 años.

La inspiración estuvo del lado de la tenista de ascendencia vasca: Muguruza no ofreció un respiro a su rival y logró el pase a la final sacando su mejor juego a relucir. Un tenis agresivo, ofensivo, como también lo es el de Badosa: en el tipo de juego también se observa un cambio de ciclo, el tenis español ya no consiste solo en defender.

En la final, Muguruza se impondría a la estonia Kontaveit para hacerse con el título. Por primera vez, una tenista española ganaba unas WTA Finals. En categoría masculina, España solo ha sumado en dos ocasiones el título homólogo, la Copa de Maestros o ATP Finals: lo consiguieron Manuel Orantes en los setenta y Alex Corretja en los noventa. Que Rafa Nadal nunca lo haya ganado es muestra de la dificultad que entraña este torneo.

El relevo generacional del tenis español está ya en marcha: sus tres mejores representantes en el ranking ATP tienen 30 o más años (Nadal, Bautista y Carreño); pero hay esperanza de cara al futuro. Con Garbiñe Muguruza (28 años y número 3 del mundo) haciendo de puente, Paula Badosa (24 años y nº 8) en el circuito femenino y Carlos Alcaraz (18 años y nº 32) en el masculino están llamados a ser los referentes de la próxima generación.