Los de Tokyo 2020 fueron los últimos 50 kilómetros marcha en unos Juegos Olímpicos. Al menos, por el momento. La extenuante prueba no estará presente en próximas ediciones, y es una pena. Es cierto que los médicos de estos atletas lo agradecerán, que no es sano, pero el deporte de élite no lo es. Quienes participan llevan su cuerpo mucho, muchísimo más allá del límite, hasta descomponerse.
Marc Tur acabó la prueba tokiota en cuarta posición. Un canadiense le birló el bronce en los últimos 100 metros, cuando a falta de un kilómetro todo parecía hecho para el ibicenco. Tur confesó después que en el último tramo «veía doble» y que «no sabía dónde tenía que ir». Cerca de cuatro horas dándolo todo bajo el sol. Normal.
Por delante, destacado, alcanzó la meta el polaco Dawid Tomala, que se llevó el oro. Bastante más atrás, en 35ª posición, entró Jesús García Bragado, completando los 50 kilómetros en 4 horas y 10 minutos, en sus octavos Juegos Olímpicos: un récord absoluto. Barcelona 1992, Atlanta 1996, Sydney 2000, Atenas 2004, Pekín 2008, Londres 2012, Río 2016 y Tokyo 2020 (+1). Leyenda.
Sin embargo, el principal animador de la prueba no fue uno de ellos. De hecho, ni siquiera terminó la prueba. El francés Yohann Diniz comenzó fuerte y se colocó en el liderato. Entonces, se detuvo por primera vez en un baño. Volvió en segunda plaza a la carrera, pero aparentemente desorientado, se paró en una curva. Le pasó el grupo de los favoritos, y poco después, reemprendió la marcha. Cuando estaba por atraparlos una vez más, siendo el más rápido sobre el asfalto, se detuvo de nuevo. En esta ocasión, en un avituallamiento. Bebió tranquilamente, y, por enésima vez, se dispuso a remontar.
Casi doblado en una vuelta, alcanzando a los mejores dos después. Diniz llevó la frase «hacer la goma» a su mayor expresión, y después de pasar nuevamente por el baño, se retiró. En cualquier caso, fue el gran animador de las primeras horas de los últimos 50km marcha.
Estas pruebas deben no ser aptas para la televisión, para el espectador. Se dice que nadie es capaz de pararse cuatro horas delante de una pantalla. Que ahora tenemos muchas distracciones a mano. Los jóvenes bajo ningún concepto ven unos 50 kilómetros marcha, se asegura. Llegará el día, a este paso, en el que se quieran reducir los 100 metros lisos a 50, porque pararse a visionar diez segundos de televisión será demasiado. Y la maratón sigue en pie porque se llama maratón, y el simbolismo que ello conlleva.
El deporte es un espectáculo y los ingresos, como en cualquier actividad, son importantes. Sin embargo, eso no es excusa para convertir los Juegos Olímpicos en aptos para TikTok. Llevar el cuerpo y la mente al límite forma parte de la grandeza del deporte de élite, y el mayor evento deportivo del mundo no debería olvidarlo. Ver a Diniz continuando pese a las muestras evidentes de que algo no iba bien; o ver a Tur exhausto, incapaz de aguantar en los últimos metros porque no sabía ya ni dónde tenía que ir, forma parte de la grandeza de los Juegos.
No digo que no esté bien abrir los JJOO a la escalada o el skateboarding, pero que no nos dejen sin estas pruebas hechas para auténticos dementes. Porque sí, en otro sentido, pero son también espectaculares.